Las rabietas son explosiones emocionales intensas y desafiantes, es un fenómeno común en la infancia. Pero, ¿qué ocurre en el cerebro de un niño durante estos momentos? La neurociencia nos ofrece respuestas fascinantes que ayudan a entender y manejar mejor estas situaciones.

La inmadurez del cerebro infantil
El cerebro de un niño en sus primeros años de vida está en pleno desarrollo. Dos áreas clave están involucradas en las rabietas:
- La amígdala, responsable de las emociones intensas como la ira o el miedo.
- La corteza prefrontal, que regula el control de impulsos, la planificación y la autorregulación.
En los niños pequeños, la corteza prefrontal aún no está completamente desarrollada, lo que significa que no tienen la capacidad de gestionar adecuadamente las emociones que surgen en la amígdala. Esto explica por qué las rabietas son más comunes entre los 1 y 5 años.
El descubrimiento de la ciencia
Durante una rabieta, el cerebro activa el sistema de lucha o huida. Esto ocurre porque el niño percibe una amenaza (como frustración o una negativa) y su cerebro interpreta que necesita defenderse. Esta respuesta emocional desborda su capacidad de autorregulación, generando gritos, llantos o conductas agresivas.
Un dato científico relevante sobre las rabietas y su relación con el cerebro infantil proviene de estudios sobre la maduración de la corteza prefrontal. Según la investigación de Casey, Tottenham, y Fossella (2002), titulada «Clinical, Imaging, Lesion, and Genetic Approaches Toward a Model of Cognitive Control», la corteza prefrontal, responsable de regular emociones y controlar impulsos, no está completamente desarrollada hasta la adultez temprana, lo que explica la dificultad de los niños pequeños para gestionar emociones intensas.
Además, investigaciones publicadas en Journal of Neurodevelopmental Disorders (2010) subrayan que durante una rabieta, la amígdala, que actúa como el centro de alarma del cerebro, muestra una hiperactivación, mientras que las conexiones con la corteza prefrontal, encargada de calmar esas respuestas, son aún débiles en niños pequeños. Esto explica por qué las rabietas son más frecuentes y difíciles de controlar en la primera infancia.
Estos hallazgos refuerzan la importancia de que los adultos brinden un apoyo emocional adecuado, actuando como una “corteza prefrontal externa” para ayudar a los niños a regular sus emociones mientras desarrollan esta capacidad por sí mismos.
La importancia de la conexión emocional
La neurociencia destaca que los niños no pueden calmarse solos durante una rabieta; necesitan la ayuda de un adulto que funcione como un «regulador externo». La conexión emocional con un cuidador ayuda a disminuir la activación de la amígdala, permitiendo que el niño recupere el control.
Consejos basados en la neurociencia para manejar rabietas
- Mantén la calma: Las neuronas espejo en el cerebro del niño reflejan el estado emocional del adulto. Si estás tranquilo, ayudas a calmarlo.
- Válida sus emociones: Decir frases como «Entiendo que estás enojado» ayuda a que el niño se sienta comprendido.
- Evita sermones durante la rabieta: En el momento de una crisis, la capacidad de razonar está temporalmente bloqueada.
- Establece límites firmes pero empáticos: Un «no» puede ir acompañado de una alternativa, como «No podemos jugar ahora, pero lo haremos después de cenar».
- Fomenta el desarrollo de habilidades emocionales: Actividades como juegos de rol, cuentos sobre emociones y ejercicios de respiración ayudan a fortalecer la autorregulación.
El desarrollo con el tiempo
Conforme el niño crece, la corteza prefrontal madura, mejorando su capacidad de gestionar emociones. Entre los 5 y 7 años, los episodios de rabietas suelen disminuir, ya que el niño ha desarrollado herramientas para expresar sus necesidades y frustraciones de manera más efectiva.
El papel de los padres y educadores
La paciencia, el apoyo y el conocimiento del desarrollo cerebral infantil son esenciales para manejar rabietas de manera efectiva. Recordemos que estos episodios son una oportunidad para enseñar a los niños habilidades clave como la autorregulación y la resiliencia emocional.
Entender qué ocurre en el cerebro del niño durante una rabieta no solo nos ayuda a manejar estas situaciones con más eficacia, sino que también fortalece el vínculo con ellos, construyendo una base emocional sólida para el futuro.